viernes, 7 de diciembre de 2012

SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA DE GUADALUPE


Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación mariana, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la ciudad de México. De acuerdo a la tradición mexicana, la Virgen María de Guadalupe se apareció cuatro veces a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Según el relato guadalupano conocido como Nican mopohua, tras una cuarta aparición, la Virgen ordenó a Juan Diego que se presentara ante el primer obispo de México, Juan de Zumárraga. Juan Diego llevó en su ayate unas rosas ―flores que no son nativas de México y que tampoco prosperan en la aridez del territorio― que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Juan Diego desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de Santa María, morena y con rasgos mestizos.
Las apariciones tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de diciembre de ese mismo año. La fuente más importante que las relata es el Nican mopohua, atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605) y publicado en 1649 por el presbítero Miguel Sánchez en su libro Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe, contribuyendo a divulgar ampliamente la devoción guadalupana.
Según la tradición católica, el santo Juan Diego Cuauhtlatoatzin ―a quien en 1990 Juan Pablo II tituló «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac»― nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba «águila que habla», o «el que habla con un águila».
Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los padres franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con su esposa María Lucía. Celebrado el matrimonio cristiano, vivió castamente hasta la muerte de su esposa, fallecida en 1529. Hombre de fe, fue coherente con sus obligaciones bautismales, nutriendo regularmente su unión con Dios mediante la eucaristía y el estudio del catecismo.
Un sábado 9 de diciembre,


El 9 de diciembre de 1531, el indio Juan Diego, recién convertido a la fe católica, se dirigió al templo para oir Misa. Al pie de un cerro pequeño llamado Tepeyac vio una nube blanca y resplandeciente y oyó que lo llamaban por su nombre. Vio a una hermosa Señora quien le dijo ser "la siempre Virgen María Madre de Dios" y le pidió que fuera donde el Obispo para pedirle que en aquel lugar se le construyera un templo. Juan Diego se dirigió a la casa del obispo Fray Juan de Zumárraga y le contó todo lo que había sucedido. El obispo oyó con admiración el relato del indio y le hizo muchas preguntas, pero al final no le creyó. De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo. De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano.
Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas no obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar. Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el santo abrió su «tilma» y dejó caer las flores mientras que en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio, desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.

El santo, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó a los suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la «Señora del Cielo». Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en basílica, símbolo elocuente de la devoción mariana de los mexicanos a la Virgen de Guadalupe. En espíritu de pobreza y de vida humilde Juan Diego recorrió el camino de la santidad, dedicando mucho de su tiempo a la oración, a la contemplación y a la penitencia. Dócil a la autoridad eclesiástica, tres veces por semana recibía la Santísima Eucaristía.
En la homilía que Su Santidad pronunció el 6 de mayo de 1990 en ese Santuario, indicó cómo «las noticias que de él nos han llegado elogian sus virtudes cristianas: su fe simple [...], su confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y su pobreza evangélica. Llevando una vida de eremita, aquí cerca de Tepeyac, fue ejemplo de humildad».
Juan Diego, laico fiel a la gracia divina, gozó de tan alta estima entre sus contemporáneos que estos acostumbraban decir a sus hijos: «Que Dios os haga como Juan Diego». Juan Diego murió en 1548, con fama de santidad. Su memoria, siempre unida al hecho de la aparición de la Virgen de Guadalupe, atravesó los siglos, alcanzando la entera América, Europa y Asia.

Pio X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pio XII la llamó "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas". El 6 de mayo de 1990, en esa Basílica, Juan Pablo II presidió la solemne celebración en honor de Juan Diego, decorado con el título de beato. Precisamente en aquellos días, en la misma arquidiócesis de la ciudad de México, tuvo lugar un hecho extraordinario que la Iglesia católica atribuyó a la intercesión de Juan Diego, con el cual se abrió la puerta que condujo a la actual celebración. En las palabras de Juan Pablo II, Juan Diego «representa todos los indígenas que reconocieron el evangelio de Jesús». Finalmente, Juan Diego Cuauhtlatoatzin fue canonizado por el propio Juan Pablo II en una celebración realizada en la ciudad de México, el miércoles 31 de julio de 2002, durante uno de sus viajes apostólicos.

Documentos históricos aprobados por la Iglesia católica

La Iglesia católica aprobó como ciertos algunos documentos en los cuales se afirma la existencia del indio Juan Diego:
§  El Nican Mopohua, texto náhuatl, la lengua azteca, escrito hacia 1545 por Antonio Valeriano (1516-1605), ilustre indio tepaneca, alumno y después profesor y rector del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, Gobernador de México durante treinta y cinco años; publicado en 1649 por Luis Lasso de la Vega, capellán de Guadalupe; y traducido al español por Primo Feliciano Velázquez en 1925. Este documento precioso es probablemente el primer texto literario náhuatl, pues antes de la conquista los aztecas tenían solo unos signos gráficos, como dibujos, en los que conseguían fijar ciertos recuerdos históricos, el calendario, la contabilidad, etc.
§  El Testamento de Juana Martín, del 11 de marzo de 1559, que afirma ser vecina de Juan Diego. El original, en náhuatl, se halla en la Catedral de Puebla.
§  El Inin Huey Tlamahuizoltin o Huei Tlamahuiçoltica, texto náhuatl compuesto hacia 1580, quizá por el padre Juan González, intérprete del obispo Zumárraga, traducido por Mario Rojas. Es muy breve, y coincide en lo sustancial con el Nican Mopohua.
§  El Nican Motecpana, texto náhuatl escrito hacia 1600 por Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1570-1649), bisnieto del último emperador chichimeca, alumno muy notable del Colegio de Santa Cruz, que se convirtió en gobernador de Texcoco, escritor y heredero de los papeles y documentos de Valeriano, entre los cuales recibió el Relato de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. En este texto afirma la existencia de Juan Diego, y varios milagros obrados por la Virgen en su nuevo templo.
§  El Testamento de Juan Diego, manuscrito del XVI, conservado en el convento franciscano de Cuautitlán, y recogido después por Lorenzo Boturini.6
§  Varios Anales, en náhuatl, del siglo XVI, como los correspondientes a Tlaxcala, Chimalpain, Cuetlaxcoapan, México y sus alrededores, hacen referencia a los sucesos guadalupanos.
§  Las Informaciones de 1666, hechas a instancias de Roma, en las que depusieron 20 testigos, 8 de ellos indios ancianos. Entre los testigos se contó a don Diego Cano Moctezuma, de 61 años, nieto del emperador, alcalde ordinario de la ciudad de México.
§  En el siglo XVII hay varias Historias de las apariciones de Guadalupe, publicadas por el bachiller Miguel Sánchez (1648), el bachiller Luis de Becerra Tanco (1675), el padre Francisco de Florencia S. J. (1688) y el presbítero Carlos de Sigüenza y Góngora (1688).

[editar]Origen de esta historia

El Nican Mopohua (‘aquí se narra’, en idioma náhuatl) es el título de la narración en la que se cuentan las apariciones de la Virgen de Guadalupe. El elegante y complejo texto no está escrito en un náhuatl original sino en el lenguaje reformado en los conventos jesuitas.
El sacerdote católico Luis Becerra Tanco (s. XVII) cuenta que en una fiesta del 12 de diciembre de 1666 ―solo diecisiete años después de la publicación del texto náhuatl― oyó a unos indígenas que durante la danza cantaban en náhuatl cómo la Virgen María se le había aparecido al indígena Juan Diego, cómo había curado al tío de este y cómo se había aparecido en la tilma ante el obispo. La obra está escrita en fina prosa poética (tecpiltlahtolli: ‘lengua noble’) y tuvo varias traducciones, siendo las más difundidas las de:
§  1666: presbítero Luis Becerra Tanco
§  antes de 1688: Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (historiador y gobernador de Texcoco, 1578-1650) traducción parafrástica al castellano, que aparece en La estrella del norte de México (1688) del presbítero Francisco de Florencia.
§  1886: presbítero Agustín de la Rosa (traducción directa del náhuatl al latín).
§  1926: licenciado Primo Feliciano Velázquez
§  1978: presbítero Mario Rojas Sánchez (de la diócesis de Huejutla).
§  1978: presbítero Ángel María Garibay Kintana (1892-1967).
§  1989: Guillermo Ortiz de Montellano
§  2002: Miguel León-Portilla (primera traducción laica).

Aparición de la Virgen ante San Juan Diego y Juan Bernardino

Según el relato narrado en el Nican Mopohua, la Virgen María se había manifestado un siglo antes al indígena Juan Diego, quien era originario de Cuautitlán (que pertenecía al señorío de Texcoco), y a su tío Juan Bernardino, ambos convertidos al cristianismo pocos años atrás a raíz de la conquista española. El Nican Mopohua dice que la Virgen le reveló el nombre «Guadalupe» a Bernardino cuando este se encontraba enfermo de gravedad. Los críticos escépticos opinan que es imposible que la Virgen se haya nombrado a sí misma Guadalupe ante el anciano, ya que Juan Bernardino no entendía la lengua castellana traída por los españoles al Nuevo Mundo, por tanto el diálogo tuvo que haberse desarrollado en la lengua nativa, que era el náhuatl (lengua viva hablada por más de 2,5 millones de personas), en la que no existen las consonantes g ni d.
Una explicación de este error podría ser que la aparición haya dicho que era la Virgen Tequatlasupe, y que ―debido a que para los españoles era muy difícil de pronunciar ese nombre― los españoles la llamaron «Virgen de Guadalupe»

 

 Etimología del nombre

Según algunos guadalupanos, el nombre de la Virgen de Guadalupe podría ser una deformación de un nombre original desconocido ―pronunciado en idioma náhuatl― con el que el indígena Juan Diego habría mencionado a la Virgen que se le había aparecido.
Varios escritores han tratado de identificar palabras en idioma náhuatl que suenen parecido a Guadalupe y tengan algún significado religioso, para que pudieran ser el nombre que dijo la Virgen: coatlallope: ‘la que aplasta a la serpiente (siendo coatl: ‘serpiente’, a: preposición y llope: ‘aplastar’).

Tela de lino y cáñamo (no maguey)

Los fieles guadalupanos creen que la tela milagrosa está hecha de maguey.
El primer estudio de la tela se remonta al año 1666. Algunos pintores de aquel tiempo obtuvieron el permiso para examinar atentamente la tilma y con sorpresa constataron que la pintura no tenía una preparación de fondo y por lo tanto era imposible pensar que la imagen hubiera sido pintada al óleo o al temple. Además, el agave, del que estaba hecha la tilma, es un material extremadamente deteriorable. Expuesto, sin ningún tipo de protección, en un lugar donde el clima húmedo, rico de partículas de salitre, podía corroer incluso el hierro, se habría estropeado en pocos años. En cambio, cuando se hicieron esas investigaciones ya habían pasado 135 años y aquel agave estaba intacto. Esta observación se ha hecho en todas las otras investigaciones científicas sucesivas, quedando siempre sin respuesta. Es una interrogante que se nos plantea también hoy día: ese agave es el único que existe en el mundo que después de 461 años está aún intacto.
La Iglesia católica argumenta que la tela del ayate sobre el que está la imagen de la Virgen es de fibra vegetal de maguey. Por su naturaleza, esta fibra se descompone por putrefacción en mucho menos de medio siglo. Así ha sucedido con varias reproducciones de la imagen que se han fabricado con tejido de maguey. El ayate, sin embargo, ha resistido más de 480 años.

LA FIESTA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA. DICIEMBRE DE 8.


El dogma de la Inmaculada Concepción, también conocido como Purísima Concepción, sostiene que María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todo pecado.
No debe confundirse esta doctrina con la de la maternidad virginal de María, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón y que María permaneció virgen antes, durante y después del embarazo. Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María libre de todo pecado y, aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios. La doctrina reafirma con la expresión "llena eres de gracia" (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.

El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, promulgó un documento llamado "Ineffabilis Deus" en el que estableció que el alma de María, en el momento en que fue creada e infundida, estaba adornada con la gracia santificante.
La definición del dogma, dice lo siguiente: ...Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho Bula Ineffabilis Deus"
La doctrina de la Inmaculada Concepción no es aceptada por los miembros de las iglesias protestantes. Los protestantes rechazan la doctrina ya que no consideran que el desarrollo dogmático de la teología sea un referente de autoridad y que la mariología en general, incluida la doctrina de la Inmaculada Concepción, no se enseña en la Biblia. Ella, desde el momento en que fue concebida por sus padres, por gracia y privilegios únicos que Dios le concedió, fue preservada de toda mancha del pecado original.

En nuestra sociedad, la pureza tiene dos valores opuestos. Mientras la droga más pura es la más cara y todos buscan el detergente que deje la ropa más blanca, muy pocos se preocupan de mantener su alma y su vida pura, de cara a la vida eterna. Incluso, quienes se confiesan seguido son a veces criticados, y se les califica despectivamente de "mochos". La Virgen María nos invita a vivir este ideal de pureza, aunque para ello tengamos que ir "contra corriente."

Desde entonces, esta es de las verdades que los católicos creemos, aunque a veces, no entendamos. Es lo que se llama Dogma o artículo de fe. La Virgen María fue "dotada por Dios con dones a la medida de su misión tan importante" (Lumen Gentium). El ángel Gabriel pudo saludar a María como "llena de gracia" porque ella estaba totalmente llena de la Gracia de Dios. Dios la bendijo con toda clase de bendiciones espirituales, más que a ninguna otra persona creada. Ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo". (LG, n. 53) La devoción a la Inmaculada Concepción es uno de los aspectos más difundidos de la devoción mariana. Tanto en Europa como en América se adoptó a la Inmaculada Concepción como patrona de muchos lugares.

María tiene un lugar muy especial dentro de la Iglesia por ser la Madre de Jesús. Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de haber sido preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería la Madre de Jesús y madre Nuestra. Con esto, hay que entender que Dios nos regala también a cada uno de nosotros las gracias necesarias y suficientes para cumplir con la misión que nos ha encomendado y así seguir el camino al Cielo, fieles a su Iglesia Católica. Podemos aprender que es muy importante para nosotros recibir el Bautismo, que sí nacimos con la mancha del pecado original. Al bautizarnos, recibimos la gracia santificante que borra de nuestra alma el pecado original. Además, nos hacemos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Al recibir este sacramento, podemos recibir los demás. Para conservar limpia de pecado nuestra alma podemos acudir al Sacramento de la Confesión y de la Eucaristía, donde encontramos a Dios vivo.

Hay quienes dicen que María fue una mujer como cualquier otra y niegan su Inmaculada Concepción. Dicen que esto no pudo haber sido posible, que todos nacimos con pecado original. En el Catecismo de la Iglesia Católica podemos leer acerca de la Inmaculada Concepción de María en los números 490 al 493. El alma de María fue preservada de toda mancha del pecado original, desde el momento de su concepción. María siempre estuvo llena de Dios para poder cumplir con la misión que Dios tenía para Ella. Con el Sacramento del Bautismo se nos borra el pecado original. Dios regala a cada uno de nosotros las gracias necesarias y suficientes, para que podamos cumplir con la misión que nos ha encomendado.

jueves, 27 de septiembre de 2012

FIESTA DE LOS SANTOS ARCANGELES, MIGUEL,GABRIEL Y RAFAEL (29 DE SEPTIEMBRE)


De los Arcángeles; Miguel, Gabriel y Rafael, la Sagrada Escritura revela misiones singulares y que, sirviendo a Dios día y noche, y contemplando Su Rostro, a Él glorifican sin cesar. Son tres de los siete que conforman el coro angélico de los Arcángeles.

San Miguel, como príncipe de los ejércitos celestiales, fue entendido como particular defensor del Pueblo elegido (Dan 10,21; Ap 12,7ss). Miguel quiere decir: ¿Quién como Dios? O "Nadie es como Dios". Es decir: ¿quién es tan grande, tan amable y justo como Dios?. Y de ahí podemos vislumbrar su misión y su importancia. En la Iglesia, la veneración a San Miguel Arcángel se remonta al primer siglo. Es representado como el Ángel guerrero, el conquistador de Lucifer, poniendo su pie sobre el enemigo infernal, amenazándole con su espada o traspasándolo con su lanza. Se le suele representar con una balanza, pues es defensor de la justicia y su fiesta es la más antigua de las instituidas en honor de los ángeles, la única que se celebraba en los primeros tiempos. Se le venera como quien derrotó a Satanás y sus seguidores y los echó del cielo. Es reconocido como guardián de los ejércitos cristianos contra los enemigos de la Iglesia y como protector de los cristianos contra los poderes diabólicos. Así mismo como el ángel de la plegaria y de la adoración y como presentador de las almas de los difuntos a la luz del Paraíso, “la luz santa prometida a Abraham y a su descendencia”. La Iglesia nos enseña que este Arcángel está puesto a custodiar el paraíso y llevar a él a los que podrán ser recibidos allí. A la hora de la muerte, se libra una gran batalla, ya que el demonio tiene muy poco tiempo para hacernos caer en tentación, o desesperación, o en falta de reconciliación con Dios. En este momento, San Miguel, está al lado del moribundo defendiéndolo. San Miguel es nuestro protector y para ello es poderoso y bondadoso. Su bondad, es tan grande como su poder. Bajo sus órdenes, todos los ángeles trabajan por la protección de los hombres. Aquí sería bueno preguntarnos: ¿nosotros nos empeñamos tanto como ellos en nuestra propia salvación?
El Arcángel Gabriel, enviado por el Señor a diferentes misiones, su nombre significa: "Dios es mi protector". A este Arcángel se le nombra varias veces en la Biblia. Él fue el que le anunció al profeta Daniel el tiempo en el que iba a llegar el Redentor. Dice así el profeta: "Se me apareció Gabriel de parte de Dios y me dijo: dentro de setenta semanas de años aparecerá el Santo de los Santos" (Dan. 9). Al Arcángel San Gabriel se le confió la misión más alta que jamás se le haya confiado a criatura alguna: anunciar a la Virgen María el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su maternidad divina. Cuando se le apareció a Zacarías para anunciarle que iba a tener por hijo a Juan Bautista se presentó así: "Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios" (Luc. 1, 19). Gabriel: en hebreo significa "Dios es fuerte", "Fortaleza de Dios". San Lucas dice: "Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, a una virgen llamada María, y llegando junto a ella, le dijo: ‘Salve María, llena de gracia, el Señor está contigo’. Ella se turbó al oír aquel saludo, pero el ángel le dijo: ‘No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será Hijo del Altísimo y su Reino no tendrá fin’". San Gabriel es el patrono de las comunicaciones y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: que el Hijo de Dios se hacía hombre.

El Arcángel Rafael significa “Medicina de Dios”. Tiene un papel muy importante en la vida de Tobías, al mostrarle el camino a seguir y lo que tenía que hacer. Tobías obedeció en todo al arcángel San Rafael, sin saber que era un mensajero de Dios. Él se encargó de presentar sus oraciones y obras buenas a Dios, dejándole como mensaje bendecir y alabar al Señor, hacer siempre el bien y no dejar de orar. Se le considera patrono de los viajeros por haber guiado a Tobías en su viaje. Es patrono, también, de los médicos (de cuerpo y alma) por las curaciones que realizó en Tobit y Sara, el padre y la esposa de Tobías.

La fe católica y la aceptación de la Biblia conducen de modo necesario a considerar a las criaturas angélicas como otras más de las obras de Dios. Los ángeles se encuentran presentes de tal modo en la historia de la relación de los hombres con Dios, que si negáramos su existencia nada de esa relación se podría sostener. Aparecen, de hecho, junto al hombre con toda naturalidad, como un elemento más de la existencia sobrenatural y trascendente del hombre que nos ha sido revelada. Y su presencia es habitual: unos personajes espirituales, según se desprende de su comportamiento –no están sujetos a las leyes físicas como el hombre– que, en ocasiones, se designan por su nombre propio, como es el caso de Miguel, Gabriel y Rafael. Los vemos al comienzo de la historia de la salvación, en el Paraíso, y en otros numerosos momentos de esa historia, casi siempre como mensajeros de Dios. Especialmente significativo, en este sentido, es el anuncio de la Encarnación del Hijo de Dios a María, por medio del arcángel Gabriel, con lo que dio comienzo la singular y salvadora presencia de Dios en el mundo. El mismo Jesucristo habla de ellos varias veces. Por ejemplo, cuando se refiere al fin del mundo: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles... Pero antes habían aparecido ya en gran número con ocasión de su nacimiento, anunciando el hecho a los pastores de Belén; le sirvieron en el desierto después de su ayuno y de haber sido tentado por el diablo; un ángel le confotará en la agonía de Getsemaní; están presentes junto al sepulcro de Cristo resucitado; cuando ascendió finalmente a los cielos, ángeles hacen caer a sus discípulos en la cuenta de la realidad que vivían, para que comenzarán sin más dilación la extensión del Evangelio.

sábado, 8 de septiembre de 2012

FIESTA DE LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA



La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor. El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María. Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe -la Basílica de Santa Ana- se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen. Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo. La fiesta tiene la alegría de un anuncio premesiánico. Es famosa la homilía que pronunció San Juan Damasceno (675-749) un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana, de la cual extraemos algunos párrafos: "¡Ea, pueblos todos, hombres de cualquier raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el contrario, se le dijo: Alégrate, llena de gracia! ¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador. ¡Oh felices entrañas de Joaquín, de las que provino una descendencia absolutamente sin mancha! ¡Oh seno glorioso de Ana, en el que poco a poco fue creciendo y desarrollándose una niña completamente pura, y, después que estuvo formada, fue dada a luz! Hoy emprende su ruta la que es puerta divina de la virginidad. De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente. Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia apareció en la Tierra y convivió con los hombres". Si pensamos por cuántas cosas podemos hoy alegrarnos, cuántas cosas podemos festejar y por cuántas cosas podemos alabar a Dios; todos los signos, por muchos y hermosos que sean, nos parecerán tan sólo un pálido reflejo de las maravillas que el Espíritu de Dios hizo en la Virgen María, y las que hace en nosotros, las que puede seguir haciendo... si lo dejamos.

miércoles, 15 de agosto de 2012

LA ASUNCIÓN DE MARÍA AL CIELO

El Papa Pío XII definió solemnemente el dogma de la Asunción de María el 1 de noviembre de 1950. Este dogma fue promulgado en la Constitución "Munificentissimus Deus":

Las razones fundamentales para la definición del dogma presentadas por Pío XII fueron:

1-La inmunidad de María de todo pecado: La descomposición del cuerpo es consecuencia del pecado, y como María, careció de todo pecado, entonces Ella estaba libre de la ley universal de la corrupción, pudiendo entonces, entrar prontamente, en cuerpo y alma, en la gloria del cielo.

2-Su Maternidad Divina: Como el cuerpo de Cristo se había formado del cuerpo de María, era conveniente que el cuerpo de María participara de la suerte del cuerpo de Cristo. Ella concibió a Jesús, le dio a luz, le nutrió, le cuidó, le estrechó contra su pecho. No podemos imaginar que Jesús permitiría que el cuerpo, que le dio vida, llegase a la corrupción.

3-Su Virginidad Perpetua: como su cuerpo fue preservado en integridad virginal, (toda para Jesús y siendo un tabernáculo viviente) era conveniente que después de la muerte no sufriera la corrupción.

4-Su participación en la obra redentora de Cristo: María, la Madre del Redentor, por su íntima participación en la obra redentora de su Hijo, después de consumado el curso de su vida sobre la tierra, recibió el fruto pleno de la redención, que es la glorificación del cuerpo y del alma.

La Asunción es la victoria de Dios confirmada en María y asegurada para nosotros. La Asunción es una señal y promesa de la gloria que nos espera cuando en el fin del mundo nuestros cuerpos resuciten y sean reunidos con nuestras almas.

La Asunción es un mensaje de esperanza que nos hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios y en la alegría de tener una madre que ha alcanzado la meta a la que nosotros caminamos.

Este día, recordamos que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado.

También, tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre María y cómo ella supo responder a éstas. Ella alcanzó la Gloria de Dios por la vivencia de las virtudes. Se coronó con estas virtudes.

La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su sola maternidad, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento.

María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios.

En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve de esperanza. 

Ella es nuestra Madre del Cielo y está dispuesta a ayudarnos en todo lo que le pidamos.
La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida.

Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas.

Este día tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre, María. ¡Qué bien supo Ella corresponder a éstas! Por eso, por su vivencia de las virtudes, Ella alcanzó la gloria de Dios: se coronó por estas virtudes.

María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios.

María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios. Desde su Asunción al Cielo, Ella es nuestra Madre del Cielo.